miércoles, 2 de abril de 2014

Ante el golpe colérico del viento… (Verso blanco)


Ante el golpe colérico del viento…

Ante el golpe colérico del viento en la ventana, 
ante el humo porfiado de velas apagadas,
ante el ritual impío de nubes borrascosas,
ante el abrupto rapto de todos los arcanos,

quisiera a mi cabeza reposar en tu vientre,
quisiera que tus manos tuvieran el relámpago,
el haz de la centella, la candela del trueno,
para en mi cerrazón disipar la nostalgia.

Desearía enroscar tus cabellos de lirio
sobre las solitarias esfinges de mis ojos;
detener la salvaje expiación de las sombras.

Y no ver, no ver más, altilocuentes fieras,
estrellas azufradas, luciferinos sátrapas,
deshojando a tu imagen en suelos sin memoria.





Llega la noche, llueve y hace frío... (Soneto)


Llega la noche, llueve y hace frío...

Llega la noche, llueve y hace frío...
Sobre selvas de lóbrega espesura
se apagan las estrellas en la altura
como endebles guijarros en un río.

Apresuro mis pasos, amor mío,
entre sombras en mustia desventura
que gimen en el viento su amargura
con fiebre loca, con pujante brío.

Sé que en la casa, tengo la certeza,
estarás esperándome afligida
junto a toscos fantasmas inconfesos.

Al verme perderás toda tristeza.
Recobraré el pulso de la vida
sólo en la roja llama de tus besos.


Hay días... (Soneto)


Hay días...

Hay días en que somos tan pequeños...
Días en los que el cuerpo siente frío,
en los que sin razón se seca un río,
en los que escapan ávidos los sueños.


Hay días, turbios días de desgreños
en los que todo es páramo baldío,
en los que el corazón está vacío
y ni de nuestros pasos somos dueños.


Días en los que un cuervo nos devora,
en los que nos asfixia un mar interno
y un machete nos corta la cabeza.

Días en los que el mundo se desdora,
en los que el alma es un severo invierno
y una sombría amante es la tristeza.


No te alejes de mí... (Soneto)


No te alejes de mí...

No te alejes de mí ni un solo instante
que la luna envidiosa tiene celos
de tus ojos, lucidos terciopelos,
de tu mirar de fúlgido diamante.

Nunca te alejes que la noche avante
escudriña tu pecho y sus anhelos
cuando reímos como dos mozuelos
y el corazón termina jadeante.

Ay, las estrellas, viles y lacayas,
que ansían tus cabellos artesanos,
sus diademas que buscan tu blancura.

Ay, amor, no te alejes, no te vayas,
que mis manos requieren de tus manos,
que mis versos precisan tu hermosura.


En la noche sin fin... (Soneto)


En la noche sin fin...

En la noche sin fin de mi quebranto,
en la noche sin astros en el cielo,
cuando de mí se adueña un cruel desvelo
y las sombras me ciñen con espanto.

Soy más culpable por amarte tanto,
por sostener tu amor como consuelo,
por retener tu imagen con recelo,
por confundir la lluvia con mi llanto.

Cerca, cerca te siento… cual cianuro
tu recuerdo recorre mis entrañas
con espejismos de fugaz belleza

¡Ah, cuando un trueno alumbra el cuarto oscuro,
reparo ante mis propias artimañas:
sólo soy yo y mi sombra y mi tristeza!



Siempre quise ser un marinero... (Soneto)


Siempre quise ser un marinero... 

Yo siempre quise ser un marinero
pa’ navegar sobre las blancas olas,
tener luna y estrellas cual farolas
y al sol como un perrito perdiguero.

Siempre quise zarpar sin paradero,
dejando el rumbo a viejas perinolas,
guiado por un delfín en sus cabriolas
o por el viento libre y pendenciero.

Quise perderme entre la espesa bruma,
ir en busca de míticas sirenas
y al reino de Neptuno descender.

Quise escribir mis versos con la espuma,
impregnarme de sal hasta las venas…
¡Ah, siempre un marinero quise ser!