lunes, 30 de junio de 2014

El tiempo nos acosa... (Soneto)


El tiempo nos acosa...

El tiempo nos acosa y nos acosa,
hora a hora, segundo tras segundo.
¿Cuán macabro es su gesto furibundo?
¿Cuán negruzca su sombra veleidosa?

Que nada nos perturbe ni una cosa…
si el suelo deja o no de ser fecundo,
si gira o se detiene el ancho mundo
o si pierde sus pétalos la rosa.

Olvídate de toscas manecillas, 
de números, carátulas, perillas.
Te suplico que al fuego los arrojes.

Mujer, despójate de todo velo,
deja caer tus ropas en el suelo,
amémonos sin prisa ni relojes.


Ni bola de cristal ni hechicería (Soneto)


Ni bola de cristal ni hechicería

No precisé de encantos ancestrales
ni de la unión de estrellas o planetas,
no requerí de estériles ruletas
ni de turbios consejos espectrales.

No intervine en insólitos rituales
ni fui secuaz de brujeriles tretas,
no requerí de pócimas escuetas
ni de augurios, oráculos, señales.

Nada me hacía falta ¡Nada… nada!
Ni bola de cristal ni hechicería,
ni esotéricas cartas que tender.

Al encontrar tu mágica mirada
mi corazón profético sabría
que eras mi amor, mi vida, mi mujer.



miércoles, 25 de junio de 2014

Paraísos oxidados (Verso libre)


Paraísos oxidados

De tu mano
he conocido el desierto
con sus peces de morfina.
El filo de las cuerdas de la guitarra.
La hondura del abismo
que hay en la simple taza de café.
Hemos ido y venido
por encuentros y desencuentros,
entre párpados y avenidas,
a tiempo y destiempo,
calle por calle, paso a paso.
Le hemos robado la virginidad a la luna
en la noche siamesa.
Le hemos devuelto la castidad al sol
en el día huérfano.
Hoy, hemos caminado en círculos
por el cuadrado ojo a punta de pistola.
Hoy, de tu mano,
he conocido los paraísos oxidados
con los que sueña, en sus pesadillas,
el hombre de lata.




martes, 3 de junio de 2014

A ella... (Verso libre)


A ella...

De ella puedo retomar
el ala de un beso y decirle
que entre mis labios y sus labios
no hay cielos ni distancias.
Puedo decirle
que mi latido con su latido
pueden crear un alfabeto, un idioma,
pueden tatuar palabras en el aire.

Puedo retomar y decirle
que un solo verso puede desnudarla
mejor que mis torpes manos,
que una sola rima puede recorrerla toda
más rápido que mi febril mirada,
que todo un poema puede penetrar
hasta su ser y hacerla gemir.

A ella puedo decirle
que el remanso de la noche
hace sus pupilas más luminosas,
que mi corazón se siente trepidante
con la primavera de su sonrisa,
que mi alma se agita como un pez
entre las redes de su belleza.

A ella, a mi lado,
puedo decirle sin agravios
que ni por mucho soy un buen poeta.
Pero que simplemente
verter mis besos sobre su piel desnuda
ya me sabe a mi mejor poesía.

lunes, 2 de junio de 2014

Cenzontles (Verso libre)


Cenzontles

Desde hace años y cada mañana,
los cenzontles de mi pecho se sueltan 
y hacia el balcón de tu oído van. 

Su canto de vuelta viene 
y de vuelta regresa, una y otra y otra vez.
Sus picos se han convertido 
en un volcán de lágrimas, 
en el yacimiento y el pálpito del sollozo, 
en los clavos que clavan la pena.
Sus plumas son el henequén
que ciñe la albura azul de la nostalgia,
la premura a sal de la melancolía,
las campanas nupciales de la tristeza.
Sus alas son una casa deshabitada,
los pasos que desandan el camino,
los retratos carcomidos y por carcomerse,
mirándose a ciegas.

Sus cuerpos son el fruto de la noche: 
hijos míos e hijos tuyos.
Hijos nuestros y de nuestras ateridas sombras,
heridos por infinitas azagayas de soledad.