martes, 25 de febrero de 2014

Eres como el desayuno (Verso libre)


Eres como el desayuno

Suena el despertador y salto como un gato.
Un gato que se despierta amodorrado
después de una noche de incesante cópula.

Por la diafanidad de la ventana
la luz entra de puntillas como un bandido.
El viento trae el bullicio de la ciudad
que brama como un toro sulfurado.
El día se abre paso entre los hombres
siendo un titán que blande su gran espada.

Amada, eres como el desayuno.
Tu cuerpo desnudo, medio cubierto por las sábanas,
nutre mi vida y alimenta mi existencia:
en tus ojos está el café que hierve,
en tus pechos las tostadas acarameladas,
en tu sexo el pan recién horneado.

Me visto, me cepillo los dientes,
me anudo la corbata, cojo el maletín.
Me despido con un beso alado
que, por cielos invisibles e imaginarios,
llega a morir como un ave en tu boca.

En esta época de vértigo y desgreño
donde la vida se mide en bits por segundo.
¡No hay nada mejor… nada mejor
que salir con el estómago vacío
y el corazón de felicidad lleno!


Nada queda, nada... (Soneto alejandrino)


Nada queda, nada...

Es después de este amor que nada, nada queda.
Nada del vendaval que sesgó con locura,
las sombras de la noche, los días de su albura,
cual rosas que se arrancan de una gran rosaleda.

Nada me queda, nada… Sólo giro en la rueda
de la tierra y sus montes, de la mar y su hondura,
de la tersa dureza, de la amarga dulzura,
del manto más opaco, de la más clara seda.

Tu luz se desvanece, volátil añoranza,
como un astro distante en sueños sumergido.
Pasan… pasan los días y, desde que partiste,

asfixio la razón, remato la esperanza,
expiro en el recuerdo, sucumbo en el olvido.
Y nada queda, nada… más que la vida triste.


miércoles, 19 de febrero de 2014

Sin nosotros... (Verso libre)


Sin nosotros...

Sin nosotros la cama luce olvidada, 
estéril como una mancha núbil
desposada con las tercas sombras.
Luce olvidada sin la desnudez
expuesta en nuestra carne.
Sin ser tú Eva y estés tentándome
con una manzana en la mano.

Sin nosotros lucen las almohadas
pletóricas de polvo, hinchadas de años.
Piden el sudor remojando tus cabellos,
el peso de tu cabeza, el roce de tu nunca,
en el paroxismo de la noche vibrante.

Las sábanas exigen la concurrencia
de nuestros cuerpos unidos,
sus brillos cobrizos entre sus blancas olas.
El diálogo íntimo de nuestros besos
con su fuego venturoso, segundo a segundo.

De verdad es una lástima 
que la cama, las almohadas y las sábanas no tengan ojos…
Para vernos retozar de lo lindo en la cocina.



Pesadillas (Soneto)


Pesadillas

Gimo, gimo en silencio, sofocado,
un sudor frío corre por mi frente,
lobos hambrientos comen de mi mente
y a mi cuerpo lo dejan mutilado.

Por un infierno, por un negro hado,
mi espíritu camina lentamente,
fieros demonios blanden su tridente
y lo derrumban a un acantilado.

Se convierte en un féretro la cama;
la despiadada muerte está al acecho,
llevándome del mundo y sus orillas.

Pero tu voz, tu dulce voz me llama…
Me despierto, me acercas a tu pecho,
alejas con tu amor mis pesadillas.

Si quieres corazón saltar... (Soneto)


Si quieres corazón saltar...

Si quieres corazón saltar del pecho
y asfixiarte en la mar de un simple vaso,
o extraviarte en la sombra del ocaso,
o quebrarte cual trigo en el barbecho.

¡Anda, vé, estás en todo tu derecho!
Nadie detiene tu armonioso paso,
alza tus alas, cósmico Pegaso,
siéntete libre y acomete arrecho.

Mañana, cuando vuelvas a la Tierra, 
sacúdete la pena, los despojos,
no te vuelvas arisco, un vil canalla.

Recuerda que el amor es una guerra.
Ah, buen soldado, entorna bien los ojos
¡Vencerás en la próxima batalla!